Los zapatos de Andrea eran
verdes, así se los había pedido a su padre…quien debido a su daltonismo le compro
unos brillantes zapatos rojos. Andrea lo miro con esa dulzura que sólo guardan
las hijas, al saberse bien amadas. Es que Andrea no tenía motivos aparentes
para deshacerse de él.
Su padre de seguro lo sabía, por
esa razón hizo todo de la forma perfecta para que pareciera un accidente, hasta
volvió a beber de más aquella noche, después de 10 años sin pisar un bar, sin
comprar una botella, sin sentir una maldita gota de alcohol en su garganta que
le refrescara toda una década de cinismo y silencio.
Andrea esa mañana tenia listo su
vestido Negro, no diré que lloro, porque sé que lo hizo, nunca una ducha había
durado tanto en una mañana tan fría. La noche anterior fue a ver a su padre,
con una botella negra de wiski, a decirle lo que venia
Señalo paso a paso esa noche el
riesgo que tenía sobre su futuro. Su padre asintió cada palabra, él sabía que
perjudicar a la compañía con su decisión
era fatal para su carrera
El recordó los días en que
trabajaba de 8 a 12 de la noche, los años que pasaron como un tren que deja a
un pasajero lleno de esperanza al viajar por primera vez, dejo sus más deseados
sueños por su extraña forma de educar…dejar su vida seguro era una fácil
elección, era su forma de mostrar su amor y su lealtad, a la niña que vio
nacer, por la cual dejar todo era parte del vivir. Eso sí, no se iría sin darle
una fuerte bofetada, dejándole esta últimas palabras…”A partir de hoy vendrán golpes
más fuertes, espero que los puedas esquivar”.