El salero ausente en mi mesa, me grita desde la cocina, me grita sediento de la inmaculada sensación de desprecio, como si el desprecio se encerrara en granos de sal, él mar ausente de agua, la dulzura de la sopa, la simpleza a falta de él en la ensalada, así de rutinario se ha vuelto mi día, claro que mas simple que la ensalada, la ausencia de detalles se encierra hoy en mi salero, limitado siempre tras las rejas frente a ese enemigo que le endulza su virtud, se desliza ante el impenetrable extracto de flores que siguen al sol, se escapa de los hierros que destrozan lechugas, se vence ante la fría cualidad de la cuchara y se rinde en el rose de tus labios.
martes, junio 03, 2008
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